NUBARRONES GRISES Y LLUVIA DE POBREZA La epidemia no acaba y ya me siento en el aire, flotando en medio de la nada. Después del devastador terremoto que sacudió las entrañas, la mente y el corazón de las gentes, camino por las calles y sólo encuentro escombros y restos de hombres abatidos que han perdido la esperanza y la fe, veo incertidumbre, miradas perdidas. Al cruzarme por caminos y avenidas parecen recién despiertos pero trasnochados, me recuerdan a los caminantes blancos sin voluntad y rumbo, avanzan no sé adónde. Han pasado meses de mi encierro y siento que va muriendo en mí aquel ser que forjó el mundo de la “competitividad”, “la reingeniería” y “la calidad total” que finalmente nos ubicó al último de casi todo, ese ser que nació de la globalización, digo de la penetración neoliberal cuyos mentores auguraban el fin de la historia, ese ser unidimensional que sólo miraba un canal de televisión, escuchaba a un sólo periodista, leía un solo periódico o veía por años la